viernes, 31 de enero de 2014

DÍAS DE RADIO (y III)

- Te vuelvo a responder igual que antes, ¿hasta cuándo tengo de plazo?. Te agradezco muchísimo el ofrecimiento pero tengo que pensarlo bien.
- Mañana, si puede ser...ya sabes que tenemos que organizarlo todo. Aquí todo va rápido y ligero. De veras que lo siento.
Se despidieron y a ella le quedó un regusto extraño en el paladar del corazón. No debía sentirse ofendida, era una oportunidad y así debía entenderlo pero le costaba asumir que después de tantos sacrificios, tanto trabajo y no menos horas de estudio, al final iba a ser una niñera. Una institutriz que dicen en las novelas victorianas.
Llegó tarde y se le había olvidado avisar, las circunstancias la habían superado, así que tuvo que llamar y esperar que la dueña llegara. Sabía que estaba viendo la televisión porque mil veces le contaba lo poco que dormía, pero le había hecho levantarse a esas horas y le dio cargo de conciencia. Se deshizo en disculpas y esa maternal señora le ofreció un vaso de leche caliente..."no traes buena cara nenina, ya sabes que si necesitas algo yo estoy aquí, sabré yo lo sola que se puede sentir una en la capital..." Lo iba a rechazar pero al mirarla, de repente se sintió muy sola y desamparada, no tenía razones -se repetía- pero cómo era posible que se le hubiera complicado tanto las cosas...dijo que sí con la cabeza por miedo a que le fallara la voz y se dejó mimar por esa señora casi desconocida. ¿O no lo era tanto?, quizás no había que formalizar una amistad para saber que eras alguien para otro alguien.
Faltó poco para que le arropara en la cama, pero como una amiga y no como empresaria, le propuso que no se diera prisa mañana en dejar la habitación, que no había clientes de primera hora. Eso le hizo reaccionar a duras penas, tenía que tomar decisiones, "mañana si no lo tiene comprometido, preferiría quedarme, ¿cuánto es la tarifa de fin de semana?" "Anda, anda, no digas tonterías, para ti siempre es igual. Yo te apunto ahora, pero tú duerme que falta te hace. Descansa"
La cama puede ser un potro de tortura. Nadie le da ese nombre, se asocia al descanso, al placer, pero cuando los problemas acechan y el insomnio campa a sus anchas no es más que un sitio inhóspito y desagradable. Hacía cuentas mentales que no le salían y se planteaba renunciar a todo y volver con las orejas gachas. Estaba también la posibilidad de buscar otro trabajo pero no estaban los tiempos y tampoco tenía plazo, ya no quedaban ahorros de los que tirar mientras encontraba algo. Se veía entre la espada y la pared. ¿Tendría que aceptar la propuesta de ser niñera?
Cayó rendida por el agotamiento y soñó con una versión mezclada de Mary Poppins y Sonrisas y Lágrimas. Ella se veía rodeada de niños solicitándola mientras hacía cenas y les enseñaba a declinar unos latines que ella ya había olvidado. Se veía leyendo cuentos de princesas a los pies de la cama mientras le solicitaban un vaso de agua, corriendo a los partidos de los fines de semana, jugando con la Xbox, y pidiendo pizza para una noche de película y mantita. Incluso soñó con que tenía que organizar una cena para un número considerable de adultos, cocinarla y servirla, tragando orgullo y bilis y sin olvidar por que lado se sirve y por cuál se retiran los platos.
Se despertó agitada en mitad de la noche cuando en su sueño ella salía volando con un paraguas librándose de aquel despropósito, de aquella magnífica casa en la que nunca había estado pero que soñó con una preciosa escalera a la derecha de un salón elegante, en tonos cálidos y madera. Sentía el vértigo y el viento en la cara, y las lágrimas corriendo por la cara porque le había cogido cariño a esos niños que no conocía pero que habían sido parte de su vida, en lo que duró ese sueño.
Sentada en la cama aprovechó las lágrimas del sueño para dejar correr unas más realistas, no sabía lo que hacer, no tenía a quién acudir. Mañana estaría aún más desconcertada y encima sin dormir. Así no podía seguir. Tendría que tomar decisiones. No, las iba a tomar ahora mismo. Encendió el ordenador y el amanecer le dio mandando mensajes a un ciento de apartamentos de la zona que se alquilaban por días. Tendría que ver algunos, pactar precios, sabía cuánto tenía, sabía que era una oportunidad pero no daría un paso atrás ni para llegar a algo mejor. No tenía nada en contra de las niñeras, al contrario, es un trabajo muy digno y respecto a su jefe y su familia agradecía el gesto pero no había llegado hasta ahí para eso.
Se duchó esperando respuestas, bajó a desayunar y de manera espontánea abrazó a su ángel de la guarda nocturno. Le dio las gracias sinceramente y le explicó lo que le había ocurrido. Sabía que ella tenía un negocio no un albergue de caridad. Se lo dijo con todo el cariño del mundo. "Voy a tener que irme, no sé si a otro lado o de vuelta a casa, pero gracias, no sabe lo bien que me hizo saber que ayer estaba usted aquí"
- La señora esa será muy buena -le respondió- pero tú no puedes irte a esa casa nenina, ¡quién sabe lo que puede pasar ahí y lo sola que te podías ver!, te he visto trabajar mucho y venir hasta enferma cada semana para ahora ir a la cocina de nadie. No. No vayas, te lo digo como una madre, a mí para mi hija no me gustaría.
- No voy a ir, no me da miedo, no creo que sean malas personas, pero no tengo ya la edad, igual antes, mientras estudiaba, cuando las prácticas...¡pero si yo lo que ya tendría que tener son mis hijos propios!
Se levantó sin ganas, ya se había tomado el segundo café y el día se le estaba escapando. Tendría que maquillarse algo porque parecía una politoxicómana después de la noche tan terrible. Se había dado de plazo hasta las seis de la tarde. A esa hora llamaría a su jefe y tendría que tener una decisión tomada.
- Voy a recoger mis habitación un poco y voy a enfrentarme a la vida...por cierto, ¿cómo quiere que la llame?
La señora rompió a reír a carcajadas, sincera, de esas veces que de tanto reír se le movía el pecho tan grande y voluptuoso.
- Marina, me llamo Marina...
- ¡Vaya nombre más bonito!, respondió sincera. Bueno, usted ya sabe que me llamo Sara.
Abrir la ventana y que el sol te de en la cara siempre es mucho más positivo, recogió las cosas y las metió en el bolso, tenía tres correos electrónicos con respuestas y horas de visita. Descargó su curriculum en un pen drive para imprimirlo y llevarlo a distintos sitios, por si acaso. Se miró los zapatos, ¡menos mal que se había traído sus adoradas Converse! La mañana se esperaba intensa.
Bajaba las escaleras cuando doña Marina, ¡qué bien sonaba!, le llamaba a gritos:
- ¡Sara, Sara! Ven por favor. Un momentito.
Se acercó intrigada y por su cabeza pasó la idea de que tuviera clientes olvidados y no le dejara dormir esa noche allí.
- Dígame...¿ocurre algo?
- Sí, he estado hablando con mi hija.
- ¿Le ha pasado algo?
- No, impaciente, déjame hablar. -Sonrió- Como sabes soy viuda y mi hija pequeña se va ahora de Erasmus, me quedo sola y eso le preocupa mucho a mi hija mayor, la que tiene el niño, y me ha dado una idea que no sé si te vendrá bien. Tú responde sincera, ¿te quedas aquí, en la habitación que estás, todos los días? Me explico: Para los gastos de comida me pagas como hasta ahora, 40 euros a la semana, pero estás aquí todo el mes, yo no estoy sola y tú no tienes que renunciar a nada. ¿Qué te parece?
- ¿Qué? ¿¡Pero usted está segura!?
- ¡Pues claro que si!
- Me está usted salvando la vida, yo le prometo que le haré compañía y de limpiar y arreglar mi cuarto se olvida, y le ayudo a cocinar, y lo que usted quiera...¡No sabe la alegría que me está dando! Tengo que llamar a mi jefe, y a los de los pisos...¡y a mi casa!
Le dio otro abrazo, de no haberle dado nunca uno, llevaba dos en la mañana, y no le daba besos porque no era nada besucona que si lo fuera también se los daría.
Con la sonrisa bonachona de doña Marina en la cabeza empezó a dar la buena noticia. Llamó a su jefe enseguida y le prometió ir más tarde a explicarle y a enterarse de cómo sería su nuevo empleo. Tendría que traerse cosas, no es igual que un piso para ella sola pero se ahorraría mucho dinero en viajes y podría invertirlo en algún curso, igual encontraba más trabajos, quizás fuera el momento de ponerse a estudiar más idiomas...
La vida le estaba sonriendo sin duda, la vida no, doña Marina y con ella le había llegado la esperanza y la oportunidad.

jueves, 30 de enero de 2014

DÍAS DE RADIO (II)

Entrar a trabajar y que te llame el jefe no es buena señal. En realidad podría ser una muy buena señal pero los seres humanos tendemos al pesimismo en el lugar de trabajo. Había visto optimistas redomados, seres que vivían en arco iris, reinas de la ilusión, temblar por la llamada de un Jefe.
Tomo airé como si en vez de al despacho se fuera a sumergir en un lago helado, como si fuera veterana de la apnea o buceo libre. Aire para llenar un campo de fútbol cubierto. Giró el picaporte temblando a la vez que una voz, la de siempre, le decía en su cabeza "Que no se note Sara por Dios, que ya eres mayorcita".
Su jefe era un hombre en el que ella no se había fijado, ni ahora ni nunca, un hombre de negocios, otro más con traje y corbata. Lo cierto es que  tenía que ser muy especial un señor para llamar la atención dentro del uniforme general de la masculinidad de negocios; y no se refería a trajes amarillos o chalecos rojos pasión, era algo en el porte y en la personalidad del usuario de la chaqueta y la corbata que hacía que se saliera de lo común.
Estaba sentado y pese a la invitadora sonrisa para que se sentara lo cierto es que aquello no era una fiesta sorpresa y tampoco parecía que fuera a ofrecerle un aumento de sueldo. Algo había en el ambiente que le hacía temer una mala noticia. Todo eso percibía mientras su íntima amiga cerebral le decía "Nada tienes, nada pierdes, bueno si, pierdes algo que te gusta pero tranquila, vendrán cosas mejores..."
Mientras se sentaba se arrepentía de los vaqueros y las Converse cómodas, rojas, un regalo por su cumpleaños de su mejor amiga que sabía la predilección que tenía por estos zapatos. Estaba sin maquillar y el pelo recogido en una cola de caballo ni siquiera tirante y elegante, si no más bien rápida e informal. La cabeza le iba más rápido que sus movimientos y acertó a musitar un "Dígame"
- De tú Sara, de tú, que no soy tan mayor ni nuestra  profesión es tan solemne.
Sonrió con rictus de asesina en serie, no es que tuviera fea la sonrisa, es que los nervios le estaban destrozando el carma, los pulsos y la normalidad.
- De acuerdo, pues dime, ¿qué ocurre?
- Verás, yo se que tu situación aquí es casi perdiendo tiempo y dinero, te prometo que querría poder hacer más pero es que no hay manera. Lo que ocurre es que me gustaría que colaboraras jueves y viernes, se que son dos noches fuera de casa y lo malo es que no puedo pagarte más. Comprendo que tienes que pensarlo, no tienes que decirme nada ahora. Te lo puedo vender como una oportunidad, lo es, pero entiendo que no te ofrezco un chollo económico.
- Bien, consiguió articular, lo pienso. ¿Hasta cuándo puedo responderte?
- ¿Puede ser mañana? Ya se que te doy poco margen pero si pudieras....te dejo mi móvil y me llamas, no hace falta que vengas. Gracias y siento ser portador de noticias agridulces.
Volvió a sonreír pero esta vez ella ya no le veía, la famosa tormenta de ideas estaba estallando en su cabeza. Se levantó despacio y cerró la puerta tras de si.
Después de la noticia de más horas sin más sueldo y el desbarajuste que le suponían dos noches en Madrid, Sara a penas supo cómo había hecho su trabajo porque se le iba la cabeza en sumas, restas, dudas por resolver, miedos que controlar... Por fin, a las doce y cuarto de la noche ya estaba todo resuelto y vino una de sus compañeras corriendo
- Sara, que el jefe te llama otra vez, ¿te pasa algo? ¿qué has hecho loca?, le decía entre risas.
Resopló y dejó morir su bolso en la silla aunque luego lo pensó mejor y se lo llevó a cuestas, que al menos él supiera que se quería ir, que estaba agotada y que no necesitaba más sorpresas por el momento. Llamó a la puerta que estaba cerrada y le contestaron a su espalda. Dio un salto asusta.
- Perdona mujer, ¿te he asustado? ¿te importa que vayamos aquí al lado a tomar algo y te cuento novedades? Si te parece mal entramos al despacho, yo es que, la verdad, tengo hambre.
En medio de todas las tragedias estaba ella mirando a su jefe diciendo que tenía hambre, era todo tan surrealista.
- ¡No por favor! Vamos, claro.
Mentalmente iba pensando el dinero que tenía en el monedero, esperaba que su jefe pagara pero cositas más raras se habían visto y la verdad es que ya hoy estaba curada de espanto.
Bajaron y mientras salían tapas las cervezas se iban vaciando y su jefe le propuso a bocajarro.
- No quiero que te tomes a mal lo que te voy a decir, y no te sientas ofendida por favor, es lo último que pretendo. Veo madera en ti y comprendo que no te pongo en una situación fácil y eso me preocupa, tanto que lo comenté en casa incluso y mi mujer me ha dado una opción. Sabes que vivo lejos pero nos vendría bien algo de ayuda, una especie de Au Pair nacional. Tengo cinco hijos. Lo que yo te propongo, te proponemos mi mujer y yo, es que vengas los jueves por la mañana, te quedes en casa, vas y vienes conmigo a la emisora y te quedes hasta el lunes por la mañana. De los niños solo te harías cargo sábados y domingos, sobre todo las tareas del colegio y si nosotros salimos. Tendrías tu habitación propia con tu baño. ¿Qué te parece?
Sara lo miraba con los ojos como platos, ya no sabía si era el alcohol el que hacía estragos. Abrió la boca para responder y la cerró de golpe. La volvió a abrir y contestó ....

miércoles, 29 de enero de 2014

DÍAS DE RADIO (I)

Le habían ofrecido un puesto en la radio, a ver quién era la valiente que decía que no con la que estaba cayendo. Le pagaban poco pero tendría que asumir que era una inversión, como si estuviera haciendo un máster, "Es lo que hay y a esto me tengo que aferrar; puede ser la puerta de algo grande" y entonces es cuando una voz en off, la de su lado negativo, le decía "o una pérdida de tiempo y dinero".
Iba en autobús a Madrid, eran más horas pero después de hacer muchas cuentas era lo más rentable. Ese tiempo lo ocupaba en documentarse, dormir y hasta tomaba notas. El resto de la semana rezaba para que el autobús fuera vacío, con poca gente o al menos que no le tocara nadie al lado y si era imprescindible la compañía obligada que impone el servicio de transportes público...al menos que no fuera de los que ocupan todo su asiento, se quitan los zapatos o se empeñan en conversar.
No hacía demasiado tiempo tenía amigas con sofás más o menos cómodos pero ya no le quedaba nadie a quien recurrir, las que no habían vuelto a casa se habían ido al extranjero. Que el programa fuera hasta el filo de la media noche, era otra contrariedad de las que no le asustaron. Se buscó un hotelito, nada de lujos pero limpio, la habitación era mínima pero no compartía cuarto de baño. Ese era su límite, limpieza y baño propio, podía asumir el ruido y un mal colchón, entre otras cosas porque no le afectaban ninguna de las dos cosas, pero esas dos circunstancias eran innegociables. El hotel lo llevaba una señora mayor, asturiana, debía llevar cuarenta años mínimo en la capital y aun al llegar le decía "¡Ya llegó la nenina!", era muy maternal y le contaba a veces cosas de sus hijas y hasta había jugado con el nieto que le dejaban allí cuando la madre tenía turno de tarde. Lo cierto es que podría pasar por una pensión pero no estaba lejos de la emisora y la estrategia financiera se lo permitía, un poco al filo de lo imposible, aunque entre eso y la fiambrera que llevaba para comer...conseguía ajustar. No sabía durante cuánto tiempo pero había aprendido a vivir al día y su plazo máximo de organización era a una semana vista.
Cuando daban las seis de la tarde se iba para la radio, iba íntimamente orgullosa. No todo el mundo lo consigue, en otros momentos quizás, pero ahora quedaban pocos y entre los pocos que quedaban estaba ella así que podía permitirse caminar sin esconderse, al contrario: hombros cuadrados, cabeza al frente y si pudiera hasta bailaría por las aceras. Con todos inconvenientes que tenía el desplazamiento y la ruina económica que era, estaba feliz, muy feliz. Hacía lo que le gustaba más que nada, no tenía mal grupo de compañeros y lo mejor, tenían unas razonables cifras de audiencia. ¿Quién podía decir todo eso? Muy pocos y entre ellos ...ella. Abría la puerta de la emisora con sano orgullo, eso era verdad y se contenía para no echar a correr a su lugar de trabajo como un niño que ve a lo lejos una piscina de bolas de colores.
"Sara, el jefe quiere verte"

martes, 28 de enero de 2014

MUJER CON CAMISA BLANCA

La vi nerviosa, le daba vueltas al móvil sin parar, lo miraba sin verlo y a la vez hacía esfuerzos por saber qué estaba sucediendo en la pantalla. Ya no se podía decir pequeña pantalla salvo que quisieras asimilarlo a la televisión, que por cierto tampoco tenía ya tamaño de pequeña pantalla, empezaban a ser lonas de cine de verano con Dolby Surround.
No decía nada, no se movía de su silla, la espalda extremadamente derecha daba señal de la tensión que estaba viviendo por dentro. Los brazos elegantemente pegados al cuerpo y a su vez posados sobre la mesa con la elegancia de una mariposa. De una mariposa con un ataque de nervios. Quizá eso fuera exagerado, era más bien un coleóptero inquieto.
Podía mirarla con tranquilidad porque estaba enfrascada en aquello que la tenía ¿preocupada?. Era guapa, no era muy joven pero no había rozado aún la madurez serena que se da en las féminas a partir de cierta edad o quizás cuando se han vivido ciertas cosas. Rubia gracias a los matices de una peluquera experimentada que le había peinado con cierto desenfado, elegante pero no con soberbia, una corta melena natural y sin imposturas. Tenía los ojos grandes y claros, no los tenía rasgados pero le sentaban muy bien a su cara. Otro tipo de ojos no podrían sentarle mejor. Iba maquillada sin que se notara pero los labios estaban vírgenes de afeites. Me surgió la duda de si salió así de casa o si de los nervios había acabado comiéndose el rouge. Llevaba unos vaqueros y una camisa blanca, algo absolutamente elegante sobre todo teniendo en cuenta como los cuellos se le ajustaban al suyo, estilizado, largo, de cisne sin cursiladas, aunque no acertaba a verlo bien, seguro que llevaba una pequeña cadena de oro con una medallita pequeña que se perdía en el secreto del último botón abrochado.
¿Cuántos años hacía que la conocía? Calculé así a bote pronto, más o menos diez años, uno en el que fuimos sólo amigos, siete de relación y dos desde que nos separamos. No le había sentado nada mal distanciarse de mí. Estaba más delgada, más mujer y aunque se le notaba cierta incomodez en la espera lo cierto es que se adivinaba una mujer segura de sí misma. Ahora mismo me enamoraría de ella otra vez, como la primera vez pero con la serenidad de la edad y la experiencia en el maletero. Pero ya era imposible.
Salí del escondite a plena luz en el que estaba metido, me ajusté los puños de la camisa y sonreí tragando saliva..."¡Patricia, pero que guapa estás!" Ella sonrió con su media sonrisa, la de siempre, y  eso me hizo rejuvenecer muchos años... hasta que ella, encantadora como siempre, me respondió mientras me daba los dos besos de rigor y protocolo: "Hola Pablo, te esperaba, siempre llegas tarde, eres incorregible.... ¿y tu mujer y la niña, no han venido hoy?" 


lunes, 27 de enero de 2014

SABIDURÍA POPULAR

Recuerdo un día de verano que yo no tendría más quince años. Aunque ahora que lo pienso puede que fueran dieciséis y no fuera verano. Tengo el recuerdo nítido de la conversación que oí pero soy incapaz de saber cómo íbamos vestidos o si yo tenía frío o calor. No sé porque he pensado en verano, pero lo cierto es que no tengo ni idea. Sé que yo estaba donde no debía o puede que no se dieran cuenta de que yo estaba allí, dudo  mucho que pensaran que yo ya era lo suficientemente adulta para estar en esa charla.
Fuera la edad que fuera  lo que tengo claro es que no eran las cosas como ahora. No es que yo sea demasiado mayor pero es cierto que había temas de los que no se hablaba dándoles tan poca importancia, tampoco se hacían los sentimientos tan públicos o puede que fuera porque nadie quería hacer más daño del necesario comentando circunstancias dolorosas sin recato. E incluso puede que fuera sólo una característica familiar. No lo descarto, en ciertas cosas, sobre ciertas vicisitudes, aún había pudores y creo que en el fondo -y en la superficie- me alegro.
La cuestión es que alguien, no se quién, puede que fuera de la familia o no, había sufrido un aborto de manera natural. Eso evidentemente sí que lo entendía, era "pava" pero no tanto, y podía comprender perfectamente que era algo doloroso y muy duro de aceptar. No era cuestión de publicarlo, bueno, ahora si hay portadas de revistas del corazón comentando afligidamente y vestidas de negro que han perdido el bebé que esperaban, pero antes no era así, y me quedo con la manera de entonces. Me recuerdo poniéndome en el lugar de esa mujer, -dichosa empatía que me persigue desde la infancia- y sentí la desesperación, la desilusión, el dolor de la pérdida, sé que pensé que no podía haber nada más duro en la vida y que seguramente sería algo que no se olvidaría jamás, por años que pasaran, por hijos que se tuvieran después. Gracias a Dios no ha sido una vivencia por la que haya tenido que pasar.
Pero lo que me llamó la atención fue escuchar a una de mis tías abuelas comentando...creo que con mi abuela, tampoco estoy muy segura, con voz baja, sin lamento pero tampoco sin importancia: "Estaba claro lo que le pasaba, yo le dije que fuera corriendo a urgencias, ese frío que tenía no era normal, no se le quitaba con nada, era frío por dentro, ese frío solo se tiene cuando hay dentro un cuerpo muerto". Me quedé tan perpleja que ni me moví, ni respiré, entendía el razonamiento de que las personas fallecidas se quedan frías, claro, pero nunca lo había pensado así, ni siquiera hoy por hoy sé si esa enseñanza popular tiene fundamentos médicos reales, nunca quise saberlo, creo que aún me dura la impresión de entonces, y por otro lado me da miedo, tanto como sentir frío por dentro.

domingo, 26 de enero de 2014

EL BAR

Celebró sus diecinueve trabajando, sonriendo y dando las gracias a todos los que se acercaban a la barra pidiendo una bebida, felicitándola y de paso llevándose un chupito de regalo.
El chupito lo había preparado ya varias veces, iba en coctelera: Martini Blanco, Gin, vodka, ron blanco, tequila, un chorreón de limón y verdosa lima limón. Algo de hielo, muy poco, ritmo de muñeca, y ronda de mini vasitos para todos. En una copa redonda, debajo de la barra había vaciado una coctelera entera para ella. A penas tenía tiempo de dar algún pequeño sorbo y además él de vez en cuando también atacaba la copa.
Lo miró desde la otra punta, ella servía el lado amplio de la ele mientras él servía en la pequeña donde había clientes de diario y personas con más ganas de hablar, los "solitarios" les llamaba íntimamente. Ella iba como un torbellino pese a las botas de tacón alto. Lo miró y con un gesto le avisó de que necesitaba más hielo, entonces como si se excusase por una llamada en una cena de gala dejaba su puesto y le traía una bolsa que le abría con destreza.
Entre ellos ni un gesto de cariño, a duras penas de complicidad, él le decía que era de malos profesionales, pero todos sabían que estaban juntos, era extraña su manía. De todas formas no importaba, respetaba su opinión y aunque a veces metía la pata y le decía algo cariñoso, por lo general eran dos compañeros de trabajo, eso sí, de la modalidad de los poco comunicativos.
Le gustaba lo que estaba haciendo pero estaba agotada, no sólo era este sábado, es que no descansaba desde el domingo pasado. Iba por las mañanas a poner desayunos, se iba a las prácticas y volvía para preparar tapas, por las tardes se iba a clase y en ocasiones tenía que saltárselas para echar una mano para meriendas o cervezas al atardecer. Las perfectas notas del curso pasado no se habían repetido durante este curso. "Siempre nos quedará septiembre" ¿no era así?
El ambiente iba a más, el calor era impropio del mes de diciembre, y a la tercera vez que le cantaron cumpleaños feliz acabó subida a la barra bailando. ¡No todos los días se cumplen diecinueve! Pero menos mal que ya mismo tendrían que cerrar. Quedaba limpiar pero al menos ya no tendría que seguir sirviendo y podría sentarse unos minutos. Había que coger ánimos también para enfrentarse a los cuartos de baño, ¿por qué la gente era tan guarra?
El bar iba muy bien, cuando él -su novio- lo cogió de manos de sus hermanos estaba en la ruina, ahora daba dinero, no mucho pero se cubrían gastos, él se llevaba un pequeñísimo sueldo y ella...ella nada. Una vez vaciaron el bote y fueron a una hamburguesería porque no dio para más. Sus amigas le recriminaban la vida que llevaba, todo el día allí, sin cobrar y dando de lado los estudios ¿estaba loca? Pues quizás, un poco, pero no lo podía dejar solo. O al menos eso creía. Y eso que sus amigas no sabían que ella fue la segunda opción de él, primero le preguntó varias veces por una de sus amigas pero como ésta tenía novio acabó saliendo con ella...tenía que reconocer que eso la carcomía un poco pero a lo mejor en el futuro, rodeados de nietos, se reían de todo eso.
Ahora lo recordaba ahora sentada en el escalón de dos portales más allá de la puerta de bar. Era finales de septiembre y habían hecho la fiesta de la liquidación, el bar se cerraba porque ella no podía dejar más los estudios y él decidió que no contrataría a nadie. A pesar de todo, sentía cierta nostalgia. En realidad, sola y acurrucando sus rodillas con sus brazos, lloraba. Cuando él le dijo que se daba por vencido y que se cerraba definitivamente, ella pensó que tendrían mucho más tiempo para ellos, serían dos universitarios normales. Ella pensó...tantas cosas...
Cuando bajaron los automáticos de las luces y se cerró la puerta, ella le preguntó si le apetecía ir a tomar algo y él se encendió un cigarro, la miró a los ojos y muy despacio, muy tranquilo le dijo contundente, rompiendo la madrugada: "Se cierra el bar. No quiero seguir contigo. Ya no te necesito"


sábado, 25 de enero de 2014

BUENA GENTE

De aquella campaña de Aquarius sin duda me quedo con su eslogan: "El ser humano puede ser maravilloso". Yo he ido descubriendo poco a poco que hay gente encantadora. "Vaya Rocío, te cubres de gloria, ¿y has tardado treinta y ocho años en descubrirlo?" Pues si, debo ser de una pasta especial que fermenta tarde. Sabía que había gente muy buena, buena gente, que es lo mismo pero no es igual y si lo dices en mi Andalucía, menos todavía. Ser buena gente, aquí en el sur, es un conjunto de cualidades que hacen que alguien sea especial. Pues de esos "buena gente" hay mucha y más de la que parece a primera vista.
Veamos si soy capaz de hilar mi teoría, que todo puede pasar y al final me vaya por los famosos cerros de Úbeda -ciudad maravillosa donde ahora tiene que hacer un frío importante-.
Yo siempre he sabido que había gente buena e incluso lo he escrito aquí en alguna ocasión: hay más buenos que malos, pero éstos hacen mucho más ruido. Aún así en los últimos años parecía que se había instalado la negatividad, la discusión, la bronca, la dificultad de entendimiento entre las personas y la irascibilidad empezaba a ser nuestra seña de identidad. Y la verdad es que esto no ha cambiado, diría que ha ido a más, hay una agresividad verbal explícita, y hasta física, a la menor ocasión. Lo que ocurre es que, en contraprestación, las personas tolerantes y capaces de debatir y dialogar sin llegar a los extremismos se hacen más patente y eso, cuando la corriente te lleva hacia el borrokismo, es digno de resaltar. Y a mi personalmente me anima.
Con mucho sentido del humor e ironía, con razonamientos sesudos, con un bagaje cultural más que importante, desde la sapiencia o la pregunta curiosa, puedes acabar en una agradable conversación en la que se debate desde si es justo un tipo de ley, un fuera de juego o la nueva colección de bolsos de Loewe. Posturas contrarias dispuestas a ser modificadas o no, pero siempre toleradas.
Además sigue habiendo gente dispuesta a ayudar a otros sin más, manos que se tienden, orejas que escuchan, la solidaridad callada se extiende.
Eso es un lujo. Un lujo que yo pensaba que era mucho más exclusivo, que se daba menos, que era casi utópico. Y ahora me doy cuenta que no es así.
Vuelvo a la idea primera, el ser humano puede ser maravilloso y encantador. Y no sólo puede serlo: Lo es.

viernes, 24 de enero de 2014

ZURDOS (Y ZURDAS, CLARO)

¿Diestra o siniestra? La pregunta inocente se convierte en nubarrón oscuro si se interioriza el concepto de siniestro como una mezcla de las adolescentes hijas del ex presidente Zapatero -una mala época en esas edades la pasa cualquiera- y Marilyn Manson.
Hay quien busca la culpa en las Sagradas Escrituras pues allí el puesto privilegiado es "a la diestra del Padre" pero creo que es cuestión de estadística, ya...estadística, sí esa gran mentira manipulable y servilista que es la lectura partidista de una estadística, sólo que en esta ocasión es incontestable: El número de diestros es mayor que el de siniestros, bueno, mejor llamémosle zurdos.
A mi los zurdos me caen bien, ¿sólo por el hecho de ser zurdos? pues sí, es otras de mis rarezas, como ordenar las latas de conserva, sufrir vergüenza ajena con facilidad u odiar los pantalones de flores. Después, una leve investigación me ha hecho comprobar que mis pálpitos coinciden con personas, famosas o no, que me gustan, desde Marilyn Monroe a mi ídolo desde que lo fue del aire: Tom Cruise, pasando por el XMen zurdo por excelencia: Hugh Jackman. Históricamente personajes relevantes como Da Vinci, Napoleón, Miguel Ángel, Franklin y muchísimos más han sido poderosos, brillantes...¡y zurdos!
Los que conozco suelen ser personas inteligentes, rápidas en sus razonamientos, avispadas, tengan o no estudios superiores destacan por su capacidad. Supongo que tendrá que ver con desarrollar más un lado que otro del cerebro o a lo mejor es que yo les veo más virtudes por esa extraña rareza que provoca que me agraden.
Durante mucho tiempo tuve la teoría de que además eran más guapos, ellos y ellas, pero tuve una compañera que me caía muy bien, ella era bastante inteligente y se le daban muy bien tanto la música como la pintura pero bonita no era...¡para que vamos a engañarnos! Igual era la excepción que confirmaba la regla pero por si acaso ya no lo considere un punto fijo de mi teoría. Ser zurdo no es ser bello por definición.
Supongo que no tienen que ser fáciles ciertas cosas. El otro día me comentaban de la incapacidad para utilizar la pala del pescado (mi cubierto favorito, ¿tienes cubierto favorito también Rocío? Pues si, ya lo he dicho, soy rarita) y me consta la dificultad para usar la tijera aunque ya muchas al comprarlas digan que son para diestros y zurdos. Recuerdo con apuro cuando alguna de mis compañeras zurdas salían a la pizarra y conforme escribían iban borrando con el dorso de la mano, especialmente una de ellas que doblaba el cuaderno y la espalda para escribir (una postura que sería dolorosísima) y claro, la pizarra era obstinadamente vertical e inamovible.
No es leyenda urbana que a muchos zurdos se les obligó a ser diestros, incluso con métodos expeditivos, y ha acabado ambidiestros o traumatizados. Yo no llegué a conocer esas malas artes contra la propia destreza manual de un niño, incluso en mi colegio y en la Facultad había sillas de brazo para diestros y para zurdos. Por alguna rara fijación siempre me equivocaba y me sentaba en la que no me correspondía y luego me tenía que poner a cambiar la silla si iba a examinarme o necesitaba coger apuntes. Armando un considerable revuelo, claro.
Yo hago algunas cosas "al revés" -¿por qué considerarlo al revés, por contraposición al derecho y la diestra o por superioridad de los derechistas? me surge la duda- como por ejemplo tocar las palmas ya sea en un compás por sevillanas o aplaudiendo, por lo visto lo normal es que la derecha quede estática y sea la mano izquierda la que palmea....pues yo lo hago al contrario. Me pasa igual tocando las castañuelas, choco al contario. Cuando intenté aprender a tocar la guitarra el profesor, santo varón, me dijo que mi tendencia era como los zurdos, mi comodidad y la fuerza necesaria, lo poco que aprendí lo hice como si no fuera diestra. También  me he enterado, eso ha sido hace poco, que cruzo las piernas como los zurdos aunque soy de cruzar para un lado y para el otro sin problemas, el "primer pronto" lo tengo como los zurdos.
Así que si soy un poco zurda, está claro...¡me caigo bien!

jueves, 23 de enero de 2014

ADOLESCENCIA SÚBITA

No me apetece ser exacta y dar un dato fijo así que más o menos, a bulto, los usuarios de internet vienen a ser muchísimos. Incluso más que eso. No todo el mundo que utiliza la red tiene cuenta en Twitter pero pongamos que son mogollón como cifra estándar y de esa cantidad, no sé, ¿la cuarta parte en español? En realidad, no importa.
Tengo cuenta en Twitter y sigo a bastantes personas. Empiezas a seguir por afinidad, por un tuit inteligente, una contestación ingeniosa, un blog referente e incluso por error. Acabas teniendo un Time Line, TL, con el que te sientes cómoda, algo parecido a los clientes fijos de un bar. El mío, por ejemplo, es abierto y plural, se puede discutir, polemizar, reír y hasta animan en un mal día. Prácticamente no conozco físicamente a nadie y sin embargo sé cosas de ellos,y saben cosas mías, que quizás mirándonos a los ojos hubiéramos tardado mucho más en confesar. La maravillosa virtualidad y sus bondades, que no todo es negativo.
También es emocionante cuando conoces a alguien con quien has estado hablando mucho tiempo. Poner cara y pulso a quien ha sido tertuliano, pañuelo de lágrimas o inductor de la risa es algo que produce nervios y mucha alegría. Además es una sensación extraña, conoces perfectamente a alguien pero sin embargo no sabes cómo es. Por mucha foto que hayas visto el momento de "¿será ella?" es estupendo.
En estos últimos días me ha ocurrido algo extraño, alguien a quien leo desde hace tiempo podría haberme conocido ya. Es decir, lo contrario a lo usual. Después de bastante tiempo hemos descubierto que compartimos ciudad durante unos años determinados (hablo de una ciudad pequeña, claro, porque si fuera una gran capital no tendría gracia), íbamos a centros de estudio similares y muy cercanos, y hasta compartimos lugares de ocio. Pequeños lugares de ocio. Vamos, que íbamos al mismo pub. Tendríais que ver el local, pequeño, oscuro y de clientela casi fija. Nos habremos cruzado varias veces y sin embargo no nos conocemos.
Todo esto que podría quedar en una anécdota, en algo divertido. Si soy objetiva, en el fondo es gracioso. Pues a mi me dio un ataque de pánico, ahora si me lee se estará riendo. Empecé a sentir el mismo sudor frío que sentía a los quince años, el mismo miedo que disimulaba dando pasos al frente, la misma falta de autoestima que transformaba en falso valor, volví a ser la niña gordita y simpática. Me vi a mí misma en ese bar, con mis amigas, al fondo siempre, pasándolo bien pero queriendo ser invisible y a la vez disimulando que quería que me tragase la tierra porque para eso yo era...muy simpática. Yo era la que abría la puerta de los locales y la última que salía, yo era el escudo de la timidez ajena, cuando en realidad me estaba muriendo por dentro...
Volver a la adolescencia a traición no tiene ninguna gracia, todas las inseguridades y los miedos llegaron de nuevo, de golpe, y mientras daba datos para ver si nos ubicábamos y reconocíamos al menos el grupo de amigos, la clase del colegio, los posibles conocidos comunes... yo rezaba para que no supiera quien era. Creo que conseguí rizar el rizo teniendo vergüenza retroactiva.
Y aunque sea poco sensato y nada adulto, aunque esté hablando -ni más ni menos- de hace más de veinte años...reconozco que me alegré mucho de que no nos conociéramos. Guardé otra vez a la niña gordita y volví a ser yo misma... hasta el próximo sobresalto...

miércoles, 22 de enero de 2014

DESDE NUNCA JAMÁS

No transcendió a los libros porque sucedió mucho antes, antes incluso de que Wendy le cosiera la sombra a Peter Pan, antes de que salieran los tres hermanos de la familia Darling volando en camisón por la ventana al País de Nunca Jamás, pensando cosas encantadoras y espolvoreados de polvo de hadas.
Hubo un tiempo en el que entre los Niños Perdidos había una niña. No suelen hablar de ella pero no es porque no fuera su amiga o no la quisieran, es que se les ha olvidado, en su eterno infantil recuerdo no hay nada que les ate a ella.
Era una niña pequeña, de enmarañado pelo rubio, largo y lleno de rizos que los sujetaba en una cola con una pequeña liana arrancada del Árbol del Ahorcado, que es donde vivía con los demás Niños Perdidos. Era chata y tenía pecas y siempre estaba llena de churretes, como era la más pequeña la elegían para entrar en los agujeros y colarse en las rendijas. La llamaban Topilla y por ese nombre contestaba porque tampoco recordaba haber tenido otro.
Una tarde en la que sus amigos estaban en La laguna de las Sirenas y a ella no le apetecía mojarse, agarró a Campanilla, la agitó sobre su enredado pelo y salió a volar dejando atrás Nunca Jamás; para volver tendría que tomar ese mismo camino y girar en segunda estrella a la derecha. No solían volar antes de la noche y sabía que Peter se enfadaría pero ¡qué no la hubieran dejado sola!
Desde su altura, planeando como un ave, descubrió un lugar que le llamó la atención, un lugar rojizo, grande y principesco. Jamás había visto algo más bello. Tan grandioso. Era un palacio, de eso estaba segura, y había un río pequeño con barquitas como las que usaba Smith cuando le echaba del barco el capitán Garfio, y lo del centro "¿qué era eso?" "Ay, no debía...pero era tan bonito..." Chorros de agua que hacían nacer efímeros arco iris, se preguntaba que tipo de magia sería aquella.
Aterrizó con cuidado de que nadie la viera y andrajosa y sucia se acercó al despliegue de agua en altura. Oyó decir que era una fuente, -fueeeeente se repitió en la cabeza, alargando las letras para no olvidar el nombre de esa maravilla acuática- y pese a las nubes estuvo tentada de meterse dentro, pero entonces descubrió un puente que cruzó una y otra vez de la fuente al Palacio, del Palacio a la fuente. Tenía colores. La piedra roja era caliente, un poco rugosa y estaba adornado con brillantes trozos de algo que no conocía, algo blanco pintado de color azul intenso, verde refulgente, amarillo, ocre....Debajo del palacio había sillones hechos con esas maravillosas y suaves piedras. Representaban imágenes y había letras, sabía que eran letras porque un día se lo dijo Peter pero ella...no sabía leer.
Corría de un lado a otro, descalza, riendo, con los brazos en alto, abrumada por la belleza y la luz a raudales en los colores. Entró al Palacio y subió y bajó escaleras sin descanso, lo recorrió entero. Algunas personas la miraban y sonreían porque su sonrisa y su ilusión resultaba contagiosa.
Empezó a caer la tarde y tumbada en la piedra aún caliente vio los rojos y los rosas de un atardecer principesco. Entonces tomó una decisión. Jamás saldría de allí, se quedaría para siempre en ese lugar donde los colores y la luz le hacían sentir cosquillas en el estómago. Dejaría atrás a sus amigos, tendría que crecer pero merecía la pena.
Y cuentan, que esa niña se quedó de Princesa de ese Palacio y que nunca salió de la Plaza de España y dicen que Sevilla la adoptó y la llamaron Esperanza.

Fotos: @__Fransilva__



 



martes, 21 de enero de 2014

TÍO FRASCO

Todos los días era la misma parroquia, si había alguna novedad en la imaginaria lista de asistentes y no había aviso previo se generaba una cierta inquietud. Eran pocos, estaban contados y desde que venían cruzando la plaza, Manolo -el del bar- ya sabía lo que tenía que ir preparando. Cuando atravesaban el umbral, ya reposaba la comanda sobre el mostrador "dinoxidable" que decía él.
En la memoria de todos cuando faltó el Tío Frasco, no es que fuera de los más madrugadores pero no faltaba ni un día. El día que a las doce no estaba protestando a voz en grito -estaba un poco sordo- empezó el siseo, el runrún, hasta que Marcelo, su vecino de linde en la finca se acercó a mirar y se encontró aquella imagen tan difícil de borrar. Solo una vez Marcelo vio algo parecido y fue cuando merodeaba un lobo la zona y acabó con todas las gallinas y un par de ovejas de Saturnino. Aquél mal bicho hizo una carnicería, plumas, sangre y tripas por todo el corral. Él también estuvo en la batida para acabar con la bestia, hubo que pedir permiso y todo, que los lobos están protegidos. Hasta pena dio disparar al animal, se quedó quieto y noble, sabiendo que iba a morir, ¡qué guapo era el canalla!
Pues ese miércoles de marzo,  con la primavera aún agazapada y los últimos fríos del invierno es las cumbres cercanas, cuando faltaban días para irse una semana del pueblo porque bautizaban al primer nieto, Marcelo no lo olvidaría jamás, ya iba de vuelta para la casa y decidió ir a mirar qué le pasaba al vecino, llamó a voces al Tío Frasco, lo buscó por los alrededores de la casa y finalmente entró por la puerta del patio.
En la cocina la mujer del Tío Frasco, de lado, tumbada en el suelo, echada sobre su brazo, los ojos cerrados y cierta placidez en la cara, parecía dormida si no fuera por el agujero que tenía en el mandil, le habían disparado en la tripa. Metros más allá la escopeta de caza, la misma con la que hace lo menos veinte años se acabó con tres "jabalises" y debajo del mentón sin afeitar de su vecino, -no sabía por qué siempre recordaba que estaba la incipiente barba cerrada y dura enmarcando su mandíbula, y eso que apenas se distinguía-, la sombra del disparo.
No había ningún papel, no había ninguna nota que explicara que había sucedido pero Marcelo sabía que no habían sido ni forasteros ni un crimen ejecutado por alguno del pueblo. No había explicación por escrito porque el Tío Frasco no sabía leer ni escribir, aunque si sabía las cuatro reglas para entender los dineros de la trata del ganado, pero él si que conocía lo que había pasado y así se lo hizo saber a la guardia civil.
"La mujer del Tío Frasco, la Tía Azucena, estaba perdiendo la cabeza, una enfermedad de esas de nombre raro, por la edad, dijo el médico de la capital y a él le estaba costando aceptarlo, no pudieron tener hijos y se veían desamparados aunque el pueblo le dijo que ayudaba en lo que fuera menester, pero ya sabe como son estas cosas, no era mal hombre, y la quería tanto..."

lunes, 20 de enero de 2014

NUEVO DÍA

Por fin amanecía e iba llegando la luz a la calle. Antes, en tiempos mejores, las farolas estaban más tiempo encendidas, ahora el señor alcalde las prendía más tarde y de manera discontinua: una farola si, una farola no. Al principio no es algo que llame la atención, casi no te das cuenta, pero los vecinos de algunos portales empezaron a tener dificultades para introducir la llave en la cerradura, y tras una de esas reuniones de la comunidad que son una mezcla de consejo de ministros y patio carcelario, se decidió que la luz del portal estaría encendida. Un gasto más.
También antes había más luz en las ventanas, en esa calle nueva había más inquilinos no hace mucho tiempo, cuando el esplendor de la luminiscencia callejera, ahora algunos se había tenido que marchar por no poder seguir pagando el alquiler, otros fueron invitados a irse por no pagar las cuotas de la hipoteca e incluso, en eso se fijó el otro día, había vecinos que veían la tele a oscuras. Cuando eso pasa parece que han llegado unos extraterrestres verdes fluorescentes al salón. No ocurría antes. Estaba seguro que decían que así la imagen era más nítida, quizás comentaran que el sonido era más envolvente, pero la realidad es otra porque antes no disfrutaban de sus programas favoritos así.
También había cesado el runrún que acompañaba día y noche según la climatología. No eran pisos con calefacción, tenían esos monstruosos aparatos que suenan sin descanso en las azoteas cuando se ponen en marcha el aire acondicionado o la bomba de calor. Suponía, que ahora habría más abanicos y más mantitas, si se puede aguantar un poco...¿para qué hacer el gasto? No están los tiempos. Pero lo echaba de menos, en el silencio de la noche o de la siesta, era un sonido continuo que le hacía asimilarlo al chocar de las olas, le relajaba y le hacía dormir mejor. No es que hubiera ido mucho a la playa, pero recordaba una vez que se tumbó en la arena, era invierno y una mañana de sol, la humedad de la noche aún estaba en su rubia textura y con los ojos cerrados, con el silencio alrededor, entendió lo que significaba esa paz y relajación, esas bondades de las que tanto había oído hablar sobre el sonido del mar.
Pero ya era de día, la persiana de la cafetería ya la estaban subiendo, de un momento a otro le llegaría un irresistible olor a café, a pan recién tostado y el sonido del ajetreo de platos y tazas. Empezaría el bullicio de niños a la escuela, compras en el supermercado, abuelas canguros...La mañana rutinaria del barrio.
No podía retrasarlo más, ya era hora de levantarse. Apartó el gran cartón de un frigorífico, dobló las dos mantas que le habían regalado y guardó el saco de dormir, se lo dejó allí un alma caritativa la noche de Reyes, en su funda. Amontonó sus posesiones y se desperezó. Comenzaba un nuevo día.

domingo, 19 de enero de 2014

SOBERANÍAS

Me daba mucha pereza escribir de esto, pero lo voy a hacer.
No me veía con ánimos porque es un tema que me aburre, muchísimo, si se pudiera cuantificar en términos cuantificables el aburrimiento creo que serían toneladas y toneladas las que me produce el tema.
Aún así aquí estoy, planteándome cómo darle a la tecla en un tema que es soporífero y además controlando mis instintos para no caer en el epíteto descalificativo facilón.
Dos puntualizaciones básicas que quisiera se extrapolaran a todos y cada uno de los rinconcitos en los que me vean opinar. La primera es que admito que el juego de la democracia es el que es, mientras no tengamos otro es el respeto. Puedo ambicionar otro mejor, para mi opinión, pero hasta que eso llega (si llega) el que respeto es el actual. La segunda consideración es que respeto y tolero las libertades, gustos e ideales de cada individuo. Ni impongo ni quiero que me impongan, ni juzgo ni quiero que me juzguen.
Dicho esto voy a tener que basarme en algunas cifras, que divertidas no son, pero hay que reconocer que son muy útiles para apoyar lo que quiero decir hoy: A fecha uno de enero de 2013 la población andaluza era de 8.440.300 habitantes y se habían perdido unos 29.000 respecto al año anterior, más o menos podría decirse que Andalucía tiene ocho millones y medio de habitantes. No son pocos.
Las elecciones autonómicas fueron en 2012, con esa cifra de habitantes por lo tanto, y votaron un 62.23% del censo electoral, hagamos cuentas, se me dan regular pero vamos a ello. Votaron aproximadamente tres millones y medio de personas. Puede que me equivoque pero eso quiere decir que unos cinco millones y medio tenían opción a "hablar en las urnas" que dicen los políticos y los periodistas.
Recapitulemos, ocho millones y medio de habitantes, cinco millones y medio con derecho a voto, tres millones y medio de votos (dos millones de personas no votaron) y de todas esas personas votaron exactamente 437.445 a IULV. Estoy generosa, redondearé a medio millón de andaluces que votaron a la coalición de izquierda unida con los verdes. Esto equivale al 5.9 % de los andaluces.
Y digo andaluces porque todo el que llega a esta bendita tierra se le quiere y se le acepta, es un lugar que acoge de la misma manera que fue acogida -y lo sigue siendo- en los momentos de emigración. Por otra parte, cada persona que vive en Andalucía goza de derechos y obligaciones que la hacen tan ciudadano como cualquiera, haya nacido de Despeñaperros para abajo o no.
De ese medio millón no todos tienen que estar de acuerdo con lo que sus dirigentes digan, supongo, porque nadie suele ser tan incondicional, pero voy a asumir que sí. Es decir, todas esas personas respaldan a Sánchez Gordillo, no pongo el señor delante que eso es muy burgués.
Ya concluyo, que hasta yo me aburro... un 5.9 % de los andaluces dice que Andalucía no es España. Seamos serios, nadie quiere la soberanía andaluza. Bueno, nadie no, este ciudadano y medio millón de camaradas más, como mucho, pero no son significativos. Tiene derecho a soñar una Andalucía republicana y soberana, sí, yo también sueño con un loft ático de muchos metros, en Nueva York, en la Quinta Avenida, pero me temo que ambos tenemos el mismo futuro y aún así yo me veo muchas más posibilidades.
Comprendo que periodísticamente es un personaje atractivo pero no le demos más importancia a sus declaraciones de las que tienen y lo que representan, que es muy poco frente al conjunto de los andaluces.


sábado, 18 de enero de 2014

EL SECRETO

Tengo un secreto.
Es cierto que no es mi secreto, es un secreto de otra persona que me concierne a mí, quizás eso me diera derecho sobre el secreto en cuestión, a fin de cuentas también es mío, pero no lo siento así, no consigo hacerlo propio para que me otorgue libertad de decisión sobre él.
Pienso, puede que equivocadamente, que si pudiera hablar de ello sin problemas, sin tapujos, sin esconderlo, con normalidad, quizás sería más fácil para todos pero sin embargo no es así. Porque no puedo contarlo, es uno de los requisitos de los contratos no escritos de la lealtad a una persona.
Curiosamente jamás me han dicho "no se lo digas a nadie", pero sin embargo yo he aceptado que si es algo que afecta a la sensibilidad de otra persona, a su intimidad, merece un respeto y una discreción. Podría escudarme en que nadie me advirtió que debía de tener voto de silencio al respecto, pero sería una falsa excusa y se me da muy mal auto engañarme. Con nadie soy más sincera que conmigo, creo que a veces incluso hasta cruel conmigo, así que no me sirven matices pseudoinventados.
Tampoco voy a pedir permiso para hacerlo, ¿qué tipo de persona, desconsiderada y descortés, sería yo si lo hiciera? Sería dejar el péndulo de la inquietud sobre la cabeza del verdadero poseedor del asunto silenciado; la espada de Damocles, el horror de decidir algo que ya se había decidido en su momento: quiso que fuera ocultado.
Reconozco que no se puede ocultar pero tampoco se airea, es algo complicado. Ante la pregunta directa (y dependiendo de la persona que pregunte) no se puede evitar decir parte de la verdad, pero sin desarrollar el argumento, y creo que he conseguido una cintura estupenda sólo de esquivar el tema, regateo como un futbolista, ya gozo de cierto arte para comenzar a hablar de otra cosa, un cambio de tercio sin que se note demasiado. Aunque lo curioso es que no conozco el secreto al cien por cien, digamos que conozco casi todo, así que tampoco estoy faltando a la verdad cuando no puedo decir más, ni rompo la lealtad porque en realidad no desvelo nada.
La situación no es cómoda, tampoco es que tenga que sufrir una angustia atroz diaria. Pero es algo latente. Constante.
Pero es que yo, tengo un secreto.

viernes, 17 de enero de 2014

EL ALMA EN PAPEL

Nos empeñamos una y otra vez, y me incluyo, en buscar complejísimas razones para no ser del todo feliz. Tenemos en el fondo del alma la ambición taladrada y las aspiraciones suelen ser tan desorbitadas que más que un aliciente, se convierten en una losa de desencanto profundo.
Hay momentos en los que miramos más los huecos de lo que no tenemos que disfrutamos de lo que tenemos. Y sé que no es consciente. Estoy segura que la teoría de la aceptación de la realidad, del disfrute de las pequeñas cosas, la de la pasión del día a día; ese argumento en el que todos somos partidarios de la felicidad en función de lo que tenemos, en que hay cosas que no cuestan dinero pero que llenan, ¡ese mantra, ese!, pensamos que lo cumplimos y hasta lo verbalizamos "soy un tío sencillo", "yo me conformo con cualquier cosa", "lo importante es que te quieran"... Pero a la hora de la verdad el que no quiere estar jubilado, quiere estar de vacaciones, o tener mejor coche o una plaza de garaje debajo de la oficina, o poder comer en un restaurante de vez en cuando, o mandar a los niños a estudiar fuera...siempre tenemos latente la falta de alguna materialidad pese a que estamos convencidos de que somos casi -casi- espíritu puro con alguna terrenalidad.
Lo que sucede es que cuando viene un golpe de mala suerte, nos aferramos a lo que tenemos y es como un limpiaparabrisas de cuatro por cuatro tras salir de un charca de barro, se nos abre la visión y nos muestra la realidad. Es entonces cuando valoramos lo  de que nos quieren, los amaneceres, la compañía, el sonido hueco del silencio o la algarabía preescolar, el sabor del pescado o el olor a infancia.
Resulta un poco descorazonador que en la loca carrera cotidiana no encontremos el momento de la consciencia de nuestras posesiones, las que tenemos, las que atesoramos y comprobar que las inmateriales son las que de verdad ensanchan el alma. Yo siempre pensé que del dolor extremo surge el amor verdadero.
Lo que ocurre es que ayer por la tarde, sentada con un libro en las manos, se me llenaron los ojos llenos de lágrimas (sí, de esas de las que hablaba ayer) y tuve que levantar la vista para no mojar sus páginas, y al parpadear en un acto reflejo de salvar del naufragio a las lentillas, rodaron por mi rostro y se me despejaron los ojos y el corazón, el alma, llámale equis...y me di cuenta de que la emoción no deja de ser un tesoro, una suerte, un privilegio de esos de la teoría de las pequeñas cosas y que esas (aquellas) lágrimas no eran de dolor y, ni se podían considerar un trazo de mala suerte, así que mientras oscurecía a mi alrededor y la música sonaba en mis auriculares, me alegré de no encontrar ningún hueco que llenar porque me sentía absolutamente plena y feliz de ser consciente de ello.

(Si tuviera el valor de dedicarle esto a quién fue capaz de provocar la emoción, lo haría. En todo caso, gracias)

P.D Vistas las preguntas, edito y comparto que el libro es "Cuentos de la vida casi entera" de Angelina Lamelas. Una maravilla. No suelo hacerlo nunca, pero este libro lo recomiendo insistentemente, imaginad cuánto me ha emocionado.

http://www.palabra.es/detalle.aspx?Codart=1800011

jueves, 16 de enero de 2014

EMOCIONES

La risa es meridianamente clara, oyes a alguien reír y no te cabe duda de que es signo de que esa persona está siendo feliz, que se lo está pasando bien, que algo o alguien le induce a ese estruendo que es la sonoridad de la alegría; ya sea una risa prudente o una carcajada, es lo de menos, la risa se contagia.
La sonrisa puede que tenga más recovecos y sea más difícil de interpretar, es probable que haya muchas formas de entender qué significa o quiere decir una sonrisa, depende de muchos factores; si es franca y abierta, una sonrisa que no tiene doblez, sólo puede implicar alegría. Otras veces la sonrisa es más leve, casi de medio lado, una sonrisa pícara y juguetona, de alguien que incita a la broma o a la diversión. Hay sonrisas de auténticos nervios que van dos pasos antes de risa histérica. Y también está la sonrisa desencantada y triste que no tiene luz, es la sonrisa opaca de intentar que no se transparente el dolor. También hay sonrisas irónicas que son las que tienen las personas inteligentes la mayoría de las veces. Las cínicas que son sibilinas y rastreras, un siseo de serpiente, éstas me desagradan particularmente, las que más.
Lo que son más difíciles de interpretar son las lágrimas, la mayoría de la gente piensa que solo se llora por un dolor, por sufrimiento y luego las lágrimas de alegría. Pienso -es opinión personalísima-que ante las lágrimas ajenas las personas se bloquean y son incapaces de reaccionar. Unos huyen y otros consuelan pero no se interpretan; todo lo más se espera a que el afligido y lloroso sujeto sea capaz de balbucear por sí mismo lo que le sucede.
Hay momentos en los que se llora por dolor físico, a más dolor más lágrimas, teniendo siempre en cuenta que el umbral del dolor cada uno lo tenemos en un sitio y que es tan subjetivo como el adn. Cuando el dolor es del alma, sea por la pérdida de un ser querido, un amor, un desencanto, una traición, entonces son más difíciles de controlar y de superar, incluso a veces son lágrimas secas que no se reflejan en el exterior, pero que no dejan de brotar. Hay veces que lloramos de alegría o de risa y ésas son claramente identificables e incluso, y estas las uso yo mucho, están las lágrimas de emoción frente a un buen libro, una apasionante película o una canción; también ante un abrazo o una frase justa en un momento determinado pueden escaparse las lágrimas. También se llora de puro miedo.
Sin embargo, hay un tipo de llanto que creo que no se suele identificar bien, suele confundirse con el dolor o la pena y no son así, son las lágrimas de rabia o de indignación,  las que surgen por impotencia e incomprensión, cuando no puedes explicarte o no puedes hacer nada por resolver una determinada situación. No es que duela, no es que importe en exceso, pero ante una injusticia a veces sólo nos aplacan las lágrimas.
Por si acaso me quedo con la sonrisa, la que quieran y elijan y si tienen que borrarla que sea siempre por la risa alegre o las lágrimas de emoción.

miércoles, 15 de enero de 2014

JUZGADOS DE ACERA

Acabo de leer un magnífico artículo de Jabois, -gracias Noemí-, impecable en la manera de escribirlo, contundente en sus argumentos. Casi me convence. Viene a hablar de los privilegios que se le pueden dar, y los que se le han dado, a la Infanta Cristina respecto al proceso de Noós.
Entiendo que la sociedad emite juicios paralelos y no es justo, pero somos ciudadanos de profesión: activista de rellano de escalera, de primero de vecina cotilla. Aquí y en Kentucky, cualquier tipo de imputación conlleva una estigmatización social por lo general y es algo que puede que no sea justo pero es usual. Pero no sólo le sucede a los personajes relevantes o conocidos, les ocurre también al hombre que es falsamente acusado de maltrato, por ejemplo. Es más, se puede dar justo lo contrario, recordemos cuando Messi fue a declarar entre aplausos o el presidente del Sevilla F.C que va pidiendo firmas por la citada ciudad para que le den un indulto para una condena en firme jaleado por muchos ciudadanos.
No consigo comprender el placer de abuchear a una persona, de ocupar tiempo y espacio en semejante hazaña vociferante. No podría ser apedreadora. Quizás entiendo que alguien que perdió su dinero en las preferentes vaya a acordarse de todas las generaciones difuntas de Blesa, porque no tiene otra opción. Entiendo que con delitos de sangre de por medio se pierda la noción de la realidad, yo estoy segura que la perdería, y no sólo iría a gritar, quizás me plantaría buscando venganzas mayores. Aunque incluso así, creo que no me apunto a humillar a nadie. No veo placer ni justicia poética en ello.
Que la Infanta haga un Morante, o un Curro Romero, me da exactamente igual. La condena social la tiene ya, la justicia dirá si tiene o no otro tipo de condena. Desde luego si han saqueado fondos públicos que devuelvan el dinero, eso lo primero, todo y con intereses, el resto me parece irrelevante salvo por una cuestión...
Cuando ella, la Infanta, va a algún tipo de evento público lleva escolta y se movilizan a los cuerpos de seguridad del Estado. Acudir al juzgado es un acto privado elevado a público por lo tanto tendrá que haber un plan de seguridad e irá acompañada por su escolta. No es bajar un momentito al Mercadona que no tengo ajos. Teniendo en cuenta la cantidad de recortes que lleva sufrido el ciudadano medio, la falta de recursos, de trabajo, de vivienda..., hartos de ver como de un lado y de otro ha habido quien ha metido la mano en la caja, no es difícil pensar que a alguien se le crucen los cables. No sería tan raro, un ciudadano que tenga una precaria situación y la compare con los privilegios por nacimiento de doña Cristina y haga algo más que vociferar. ¿Y entonces? Entonces seguramente será políticamente un desconcierto, puede que se levanten voces por la República aprovechando un detonante como ese (no sería la primera vez en la historia que pasa), pero lo que seguro sucedería es que ella saldría indemne, sin un rasguño, y escoltas y policías heridos o algo peor.
Me van ustedes a perdonar, incluida doña Cristina y su real familia, pero me importa muy poco que se libre o no del abucheo, lo que me preocupa de verdad son esos trabajadores que en el ejercicio de sus funciones pueden salir mal parados.

martes, 14 de enero de 2014

CITAS CON PAVO

Yo tuve quince años.
Es fácil llegar a esa conclusión sabiendo que acabo de cumplir 38, por mucho que se intente no se puede uno saltar ningún año de la ristra. Una vez pasados se puede poner interés en olvidar alguno si fue especialmente nefasto, pero no suele funcionar. Es más, y esto es una teoría personal, cuanto más interés pones en silenciar algo o alguien, más se mete en el recoveco de la memoria y más difícil es sacarlo al destierro mental del olvido.
Pues yo a mis quince años además de ser "rellenita" y un poco patito feo, era una adolescente de manual. Si se cogen las características de una adolescente tipo puedo ir chequeando que si no cumplí el 100% fueron el 93%. No era especialmente conflictiva y menos todavía si se compara con lo que algunas televisiones se empeñan en mostrarnos como adolescentes tipo, incluso a reformar (como las viviendas de segunda mano) pero era una típica teenager.
Yo era una pava, de las que se enamoraban perdidamente...y para toda vida, oía canciones de amor del grupo musical del momento, llenaba la carpeta de corazones en sumas de letras, escribía poesías propias a escondidas y las que ponía en los márgenes de los libros eran almíbar hecho texto. Llenaba mi cuarto de posters y mi carpeta la forraba con fotos de actores y cantantes. También tenía a mi osito de peluche (Topi). Y en mi descargo diré que no era yo de las más cursis que había.
Hay cosas muy básicas dentro de la adolescencia, una de ellas la reflejan en la serie Castle. Le pregunta el escritor a Beckett: "¿Cuándo sabes que te has enamorado por primera vez?" y ella contesta: "Cuando entiendes la letra de las canciones" Ahí un síntoma contundente de la adolescencia. Es un básico, no sólo las entiendes si no que las escribes, las memorizas, las cantas, las desmenuzas...Hasta las grabábamos en esas míticas cintas TDK (de 60 o de 90) directamente de la radio. Conforme te vas a haciendo mayor las canciones te las aprendes si  las has oído mucho o te vas inventando lo que no te acuerdas con "nanananinnonannino" o lo que toque.
Yo por supuesto era de esas, no había lacrimógena canción de amor que no me supiera y viviera, y le encontrara sentido y hasta hiciera mía según el momento sentimental. ¿Para qué negarlo? Era así. Tan cierto como los calcetines verde botella de mi uniforme.
La otra característica de esa edad es utilizar "citas" y no me refiero a las que se refieren a quedar con un chico, que eso en mi tiempo -y no es tan lejano- no se hacía, ahora con la norteamericanización puede que si, pero entonces tú salías con tus amigas y te encontrabas con el niño que te gustaba y sus amigos. Había muy pocas que salieran solas con su "novio" a los quince años. A las citas que yo me refiero son a los pensamientos de otras personas. Yo era adicta a buscarlas y utilizarlas, y ojo que no había internet, era mucho más arduo conseguirlas y me gustaban tanto que buscaba libros al respecto, creo conservar un libro bastante voluminoso lleno de citas que era casi mi guía espiritual. Lo tenía lleno de fichas de cartón, porque jamás he subrayado un libro, y escribía las más inspiradoras. Todo muy adolescente.
Ahora, con la edad, utilizo muchas menos palabras ajenas y mucho más las propias. Tampoco me aprendo las canciones, y lo que es peor, alguna de las que conocía las he ido olvidando.

lunes, 13 de enero de 2014

LLUVIA MOJADA

Llueve al otro lado del cristal y noto aún la humedad en el bajo de mis pantalones causa de los charcos que intenté sortear con mala fortuna por lo visto. Llueve y sigo pensando por qué me afecta tanto. Es irracional que un día gris y lluvioso me parezca la antesala de todo lo horrible que pueda imaginar. Y tengo una imaginación portentosa.
La lluvia es cinematográfica sin duda, una mujer en la calle, unos labios entre abiertos y el agua cayendo por su rostro dándole una pátina de frescura -nunca mejor dicho- y al mismo tiempo de desolada fragilidad. El agua cae y ella susurra su nombre y entonces el amor de su vida se vuelve y la besa, o se va calle abajo dependiendo de si sea puro romanticismo o dolorosa tragedia.
La realidad es que ella no quiere mojarse el pelo porque ha ido a la peluquería, su rimmel no es waterproof y aún no ha bebido lo suficiente para que todo eso le de igual. Tiene frío, tirita y en sus ojos hay más ira que dolor, más enfado que fragilidad...quizás sin lluvia sería más emotivo pero los pies mojados no provocan dulzura y amor.
Ver llover, el fuego en la chimenea, una camiseta grande de un amor ausente, unos calcetines gordos bajados y una taza de café humeante. Ella sentada en el alféizar de la ventana, abstraída en como caen las gotas deslizándose en un vals suave y acuático. El crepitar de la leña, el calor del hogar y el frío interior por la soledad, sea provocado, puntual o eterno...¡Qué bonito!
Lo que de verdad ocurre, es que ella está hundidísima, así que lleva un pijama viejo con los calcetines por fuera, está en el sofá destrozando la Tablet, el pc, o el móvil, mientras le cuenta a una amiga lo capullo que ha sido el otro que se ha ido y la ha dejado allí plantada. Por supuesto no hay chimenea si no una agradable calefacción central y en realidad no tiene frío porque el enfado le hace sudar, y más que café hay chocolate y/o alcohol.
La verdad es que la lluvia acarrea atascos, niños que van al cole con botas de agua que les recuecen los pies y si no las llevan los tienen mojados todo el día, ropa que no se seca, suelos resbaladizos, paragüas olvidados, taxis imposibles, cristales por limpiar, carreteras peligrosas, resfriados eternos, y además de todo, en mi caso, una absurda melancolía que me atraviesa el alma.
Esperemos que pronto escampe.

domingo, 12 de enero de 2014

LOCURA EXTREMA

Creo que lo que más me desespera, es el cinismo. Así como considero que la ironía es el arma de las personas inteligentes, el cinismo saca lo peor de mi. Ayer una concentración silenciosa y pacífica, ni fue silenciosa, ni fue pacífica y sobre todo fue cínica con personas que han sufrido, sufren y sufrirán toda la vida por ser víctimas inocentes de una locura nacionalista.
Quede por tanto claro que estoy del lado de las víctimas, que comparto su dolor, su indignación y su estupefacción con lo que está sucediendo en estas últimas semanas.
Esto último no quita que cada vez vea con más miedo y horror en lo que nos estamos convirtiendo. Bueno, rectifico. Cada vez leo con más estupefacción las tendencias radicales de ciertos sectores. Puntualizo. Cada vez leo con más estupefacción las tendencias radicales de ciertos sectores en la red.
¿Es Twitter una muestra aleatoria válida de España? No ¿Lo que leo en Twitter es España? Si. Esas cuentas de personas escondidas en avatares falsos o reales, que igual dan su nombre verdadero que se esconden en un seudónimo son parte de España. Por cierto, a mi no me cuesta ningún esfuerzo escribir el nombre del lugar donde vivo aunque cada vez me sienta más mundo y menos nación. La globalización, supongo. No tengo complejos, yo soy española.
Frente a las situaciones dolorosas, traumáticas y casi inauditas que estamos viviendo respecto a la liberación de presos terroristas, violadores y asesinos en serie, la agresividad se está apoderando de nosotros. No hablo de un conflicto serio entre unos y otros, pero si una semilla de irascibilidad que va cuajando en la tierra del descontento, la crisis y la desesperación.
Es justo reconocer que si esos presos están en la calle es porque nuestro ordenamiento jurídico así lo reconoce, porque la retroactividad de la norma no es posible y si la ley la cambiaran hoy...también tenían que salir a la calle porque las leyes por las que se les juzgó así lo establecían. Vayamos a los que legislaban entonces, pidamos responsabilidades. De acuerdo. ¿Qué han sido extrañamente rápidos en soltarlos? Cierto
Lo humano sin duda es enfadarse, frustrarse, acordarse de las castas de más de uno, de dos, enfrentarse a los que no piden perdón como hizo Minuesa: con tranquilidad, con un par de cojones -mis disculpas por el lenguaje- y con respeto. No respeto a los asesinos, ojo, respeto a las normas de convivencia que elegimos para poder vivir en comunidad.
Cuando leo los insultos, la agresividad incontenida, veo como "cuelgan" las fotos con cuerpos mutilados, exhiben el desprecio a las leyes, tanto por un bando como por el otro, me doy cuenta de que estamos provocando cualquier tipo de desgracia. No es cuestión de alarmismo ilógico, es cierto que son pocos los que acampan en los extremos, pero también eran pocos los que nos tuvieron (¿nos tienen?) de rodillas bajo el cañón de sus pistolas. Y siendo pocos causaron un dolor eterno.
¿Qué ocurriría si uno de los bandos extremos va explícitamente contra el otro? Pongamos el caso de alguien de extrema derecha que mata a dos etarras, una parte de nosotros en el fondo se alegra pero y si éstos responden, y si los otros nuevamente atacan ... Aunque nos cueste aceptar ciertas cosas, que nos cuesta, hay unas reglas del juego que hacen que esto funcione, hay maneras y maneras.
Pido que se honre a los que murieron a manos de esos asesinos, que se cuide a las familias, que no se les permita a los etarras ni un privilegio, ni una concesión. Pido que el peso de la ley caiga sobre ellos constantemente, que el estado de derecho esté alerta (aunque nos cueste creer en él) ya sea por convocar una manifestación o por la petición de una subvención, pido que no se olvide, nunca, jamás.
Pero por favor también controlemos a los extremistas, de las posturas agresivas nunca vamos a tener ningún tipo de solución, de ventaja, de ayuda, y sin embargo pueden hacernos mucho daño.



sábado, 11 de enero de 2014

CORAZA DE TITANIO

Se había acostumbrado a no querer sentir. Vivía con una coraza incómoda en ocasiones, era un recubrimiento de titanio que permite pocas lágrimas de alegría pero que salva la mayoría de las veces del sufrimiento. Sonreía adecuadamente, participaba en reuniones divertidas y hasta se podía decir que era dicharachera y simpática pero si alguien intentaba acceder a su yo más íntimo no lo conseguía. Aún así no podría decirse que era huraña, sólo era inaccesible.
Caminaba sin miedo y pisaba fuerte sin aplastar a nadie, miraba siempre de frente y a los ojos, con la seguridad de que en los suyos estaba la realidad y en los demás sus mentiras e incapacidades. Leyendo pupilas ajenas, movimientos imperceptibles o palabras en cascada conseguía descubrir el alma oculta de los demás: sus deseos, sus aficiones, sus anhelos o los propósitos que tenían frente a ella.
Erguida con la naturalidad de una consagrada bailarina de ballet se podía interpretar en su esbelto cuello la serenidad de una mujer segura de sí misma. Tenía pocos malos momentos y cuando se daban jamás se permitía que se trasladaran al exterior. Nadie lo intuía, jamás se prestaba a que se conociera que había un algo, grande o pequeño, que le hacía sucumbir a la debilidad del sentimiento, a la característica humana del sufrir razonado o irracional.
Lo cierto, no podía engañarse a si misma, es que no era más que alguien sensible peleando por no ser una más de esas blandas personas que tanto odiaba y a las que evitaba para no sentir la empatía que los demás le comentaban que se manifestaba ante el sufrimiento ajeno. Lo había conseguido.
Hubo una época en su vida en la que dejó que entraran en su alma, acamparan en su corazón, conocieran sus debilidades...y cuando levantaron el campamento comprendió el error que supone la entrega sin condiciones a otra persona. Y parecía ser, al menos así lo tenía comprobado por las experiencias ajenas, que si alguien guarda algo para sí en una relación, se convierte en alta traición. Debe ser siempre algo pleno, completo ...¡estúpida decisión! Era la mejor manera de suicidarse emocionalmente.
Finalmente decidió que pese a que la sociedad no estuviera preparada, ella sólo tomaría lo que le interesara, sin dañar a nadie, lo que le hiciera sentir bien y no le acarreara ninguna preocupación en su vida, ninguna complicación en su día a día, y sobre todo no le volvieran a hacer sentir ese vacío en el estómago, contraseña del dolor en el alma, que se produce cuando sabes que ya no existe el amor correspondido.


viernes, 10 de enero de 2014

FOTOS EN LA RED

Yo tengo dos hijas y es algo que no sólo no oculto, es que me enorgullezco de ellas, intento no ser una madre pesada de las que le da a los demás todo tipo de detalles sobre lo que ellas hacen o dejan de hacer, pero es cierto que a veces no puedo remediarlo porque tienen sus cosas y sus razonamientos que me resultan divertidos, dulces y ocurrentes. Entonces las comparto.
Pero yo comparto sus ideas, sus sensaciones, la manera en la que entienden la vida, como ven el futuro sus ojos infantiles o adolescentes -según sea la pequeña o la mayor-, cómo interpretan la realidad social e incluso si sufren. Lo que no voy a compartir es su imagen. Respeto mucho a quien lo hace, para eso son sus hijos y tienen no sólo su cariño sino también una cosa que se llama tutela o guardia y custodia que se da cuando los padres se separan y también cuando la unidad familiar es la primigenia. Están en su derecho pero yo no lo hago.
Las redes sociales nos han abierto el ámbito de sociabilidad, ahora nos conocen más personas, en cualquier momento pueden acceder a nuestras palabras y nuestras imágenes. Haya filtros o no, todo es susceptible de ser pirateado. Damos datos de dónde vivimos con menor o mayor exactitud, nos significamos en nuestros gustos y nuestras ideas, y aunque en la red hay las mismas malas personas que en el mundo real, lo cierto es que se utilizan menos precauciones.
Me explico. Si un hombre hecho y derecho mirara a una de mis hijas, durante mucho tiempo pierdo los modales, supongo que vosotros también y os iríais, os enfadaríais y no sé si alguno llegaría a las manos...bien, cuando ponéis una foto de vuestros hijos en la red (o un vídeo) no sabéis qué mente calenturienta puede estar mirando y con que intención...Pero no sólo hablo de una posible pederastia (en la red abundan porque es un lugar muy accesible y hasta cierto punto anónimo), es que también hay muchos radicales de otros temas que pueden incluso bajarse la foto para cualquiera sabe que "negocios".
Imaginad que tenéis unas ideas políticas muy claras frente a cualquiera de estos temas que se vuelven de repente tan sensibles, eso os honraría por vuestra significación pero ¿llevaríais a vuestros hijos a una manifestación? ¿a un acto político que puede desmadrarse? Seguramente diríais "no es lugar para niños".
Los adultos somos -o debemos ser- consecuentes con nuestros actos, somos libres y capaces pero ellos no, son menores expuestos y cada que vez que veo una foto de vuestros preciosos hijos no puedo evitar sentir miedo.
Yo tengo dos hijas guapísimas y aunque hasta he tenido broncas familiares por no ponerlas en Facebook -en Twitter que es mucho más abierto ni se me pasaría por la imaginación- yo sigo protegiéndolas todo lo que puedo, igual que les digo que no hablen con desconocidos, que no se suban al coche con nadie, que miren al cruzar y que no se separen de sus compañeros de clase si van de excursión.
Se que estáis en vuestro derecho pero si no lo digo no me quedo tranquila.

jueves, 9 de enero de 2014

AMOR DE VERANO

Recordaba como si fuera ayer ese veintiocho de agosto. Primeros años de los noventa.
Aún hacía calor y notaba como le caía el sudor por debajo de la espalda, de tanto llevar y traer maletas se le había humedecido la cinturilla del pantalón. Llevaba un pantalón cómodo, blanco, muy corto, que había sido su compañero inseparable todo el verano, su madre decía que se le iba a gastar de tanto lavarlo pero ella se sentía preciosa con ellos puestos. La camiseta, veraniega y de tirantes, no mostraba la lazada del bikini porque ya tocaba partir.
La frustración de que se acabaran las vacaciones sólo podía verse superada por la de pensar en comprar libretas, libros y ropa del uniforme. No es que le pareciera horrible volver a clase, es que no quería irse del paraíso de arena húmeda, de puestas de sol, de horas sintiendo el calor en su piel, y sobre todo, no quería separarse de él.
Con la de veces que había leído historias semejantes, con la de canciones que había oído sobre los amores de verano, y ahora se veía ella haciendo las mismas promesas de te escribiré, intentaré llamarte, no me olvides...Ahora partirían cada uno para un lado del mapa  pero resistiéndose a aceptar que no volverían a verse más.
Anoche fantaseaban con mil supuestos en los que encontrarse y poder volver a besarse a escondidas, un millón de historias inverosímiles que en la íntima conversación se vestían de posible realidad. Pese a habérselo prometido una y otra vez antes de salir, mientras se vestía, diciéndose que no había que ponerse triste porque se volverían a ver y no perderían el contacto, cuando estuvieron solos y frente a frente, rompió a llorar. En el fondo se alegró de haberlo hecho porque disfrutó de su manera de consolarla, algo torpe y muy paciente, demostrando una hombría que no le correspondía por edad -eso lo sabía ahora, casi veinte años más tarde-. Después, algunas caricias limpias y dulces, besos eternos de adolescencia y ambos se miraron como si fuera la primera vez para recordarlo siempre.
El reloj no perdonaba, la hora de volver era una losa, aún así arañaron varios minutos esperando la comprensión de los progenitores y asumiendo un posible castigo ("total que más da estar castigados si no estaremos juntos", terribles sentencias de teeneagers que para eso es la edad propia) y cuando emprendieron el camino de vuelta por el sendero, entre el césped que fue alfombra mágica en sus eternas conversaciones, fueron conscientes de que era la senda de la separación. Entonces se dieron el último beso, arriesgando ser vistos, y se repitieron las mil promesas.
Nunca volvieron a verse, las cartas llegaron, y las tenía aún guardadas, las llamadas fueron pocas, de esas de monedas en cabinas y pitido final. Al final el tiempo y la distancia hicieron su trabajo. No sabía si en los tiempos actuales de internet, whatsapp y móviles, las cosas hubieran sido diferentes pero ella tenía el recuerdo de la maravillosa historia de amor de quince días.

miércoles, 8 de enero de 2014

JULIA

Acabábamos de llegar de pasar las Navidades en familia, yo me encontraba fatal con una gripe horrenda que no me dejaba dormir. Me dolían las costillas de toser pero aún así junté ánimos y puse dos lavadoras y coloqué juguetes, es decir, moví media casa para reubicar más trastos sin el trauma de tirar nada. Soy experta en aprovechar centímetros cúbicos.
Cuando mi madre me vio quitando maletas me dijo: "las leonas arreglan la madriguera antes de parir". Mi respuesta rápida: "¡Mamá me quedan veinte días!" Y es que estaba embarazadísima, sin tomar a penas medicación y saturada de zumo de naranja, sobrellevaba mi gripe y mi embarazo. Como mi madre tenía que volverse  a su casa pues se le acababan las vacaciones, aproveché para volver a ir al médico a ver si conseguía pegar ojo, dejar de toser y no arrastrarme "moritabunda" (expresión propia)
Cuando llegué y me dijeron que estaba de parto me eché a reír...yo ya tenía otra hija...así no era. La matrona me miró con una cara que no sé si fue de suficiencia, de desprecio o de lástima. Aún no he sabido definirla claramente y me preguntó, ignorando mis quejas, si me pondría la epidural. Hasta ese mismo instante estaba convencida de que no sería así porque la mayor fue sin anestesia y después de eso tuve una experiencia traumática con una punción lumbar y me aterraba que nuevamente me trastearan la médula. Me desconcertó tanto la idea de estar de parto que dije que sí a parir dopada.
El parto fue una odisea, el anestesista me puso la epidural y se fue con la moto a recoger al ginecólogo que estaba en un atasco en El Corte Inglés mientras cambiaba regalos de Reyes, la matrona empezó a ponerse nerviosa por variaciones inconvenientes en los latidos fetales y cuando por fin llegó el ginecólogo, el señor anestesista estrenó su flamante cámara grabando mi parto...sin permiso previo...Creo que jamás me he visto más horrenda.
De repente el ginecólogo me dijo "Yo esto no podía saberlo, esto no se ve en ninguna prueba, de esto no tengo la culpa" El pediatra corría y la auxiliar tenía la cara desencajada. Mi marido y yo no entendíamos nada. La niña lloró bien y no sabíamos más.
Mi hija traía dos vueltas de cordón alrededor del cuello que es algo bastante normal pero también traía algo que se llama "nudo verdadero" y es un nudo hecho en el cordón, se da en un 1% de los embarazos. Normalmente estos bebés no llegan a término porque les falta el oxígeno y el alimento, y si lo consiguen, el momento del parto puede ser fatal pues es el instante en el que se tensa el nudo y no les llega el oxígeno, no da tiempo a hacer la cesárea. De esta patología nacen vivos y sin secuelas pocos bebés. Muy pocos. Bien, pues gracias a Dios mi hija es una superviviente. Así la llamaban en la clínica incluso cuando iba a revisión. No se sabe si fue por las dos vueltas, por que sólo pesaba 2,100 kg o porque su ángel de la guarda esa noche hizo horas extras. Yo creo que fue esto último.
Nació a diez bajo cero, en Granada, un sábado a las diez de la noche. Casi para el botellón. Predestinada a ser una luchadora, una niña con suerte y siempre mi niña chica, aunque hoy cumpla nueve años y esté muy grande, siempre será mi niña pequeña, mi racial superviviente.
Felicidades Julia

sábado, 4 de enero de 2014

ARRASTRE DE LATAS

Cuentan que durante la guerra, en la tierra donde me crié, Algeciras, los niños no tuvieron la visita de sus Majestades de Oriente los Reyes Magos, parece ser que tuvo que ver con una niebla espesa y así lo tuvieron que explicar los adultos de la época. No había necesidad de empañar de realidad la fantasía.
Los niños quedaron desconsolados como era lógico, acostarse con la ilusión y al despertar...nada, ni una muñeca de cartón, ni un pequeño coche. Había muchos que no tenían grandes regalos, no había bicicletas o patinetes pero siempre existía un detalle de sus majestades.
Al año siguiente para que no sucediera igual, durante el día previo a la llegada, el cinco de Enero, los niños arrastraron ollas viejas y latas, todo lo que hiciera ruido servía y atado con una cuerda hicieron ristras y dieron vueltas por todas las calles, para que si no veían a la población, los Reyes los oyeran y no los olvidaran. La cacerolada argentina tuvo que tener su origen aquí, estoy segura.
¡Algeciras existe Majestades! Lo de Teruel fue después, mucho más tarde, los pioneros reivindicativos de su lugar de origen fueron esos niños de los años cuarenta.
Se siguió haciendo durante varios años, exactamente no sé cuantos fueron, pero luego con la bonanza de la región y muchos "forasteros", el baby boom, los cambios de forma de vida y el progreso, esta tradición se perdió. Era algo "de pobres" y ya nadie era tan mísero como se era entonces, por suerte. De hecho cuando yo era niña no se arrastraban latas, yo no lo conocía mas que porque mi abuela me lo había contado en alguna ocasión.
Pero hace unos quince años hubo un abuelo que lo recordaba, luego lo hicieron hijo predilecto de la ciudad, pero ese día, esa mañana previa al día de reyes, él sin nadie más que su nieto y su ristra de latas salió a la calle en la mañana del día 5 de Enero a llamar a los Reyes Magos.
La gente mayor salía de los comercios, vi lágrimas en los ojos de los más ancianos y caras de asombro de muchos al recordar que un día ellos arrastraron latas o les contaron esa historia. El año siguiente fue una auténtica avalancha de personas llamando a los Reyes Magos que por supuesto vinieron.
Ya es un día de disfrute local, hay música, eventos, pasacalles, concurso de arrastres más bonitos y conseguidos -hay obras de arte- y desde bebés con sus ristras atadas en los carritos, hasta algunos más mayorcitos, la ciudad entera sale a la calle. El sonido no puedo compararlo con nada, es atronador, constante, hay que tener cuidado de no caerte con las ristras y las familias enteras recorren el centro de la ciudad con los más pequeños porque Algeciras existe, está en el mapa y los Reyes no deben olvidarlo, entre otras cosas porque yo he sido muy muy buena.

LUCES DE TOCADOR

Durante muchos años solo fue una amante esposa, alguien pendiente de los demás sin quejarse y sin plantearse ningún tipo de opción distinta. Era su oficio, su vocación y su trabajo. No tuvo hijos pero siempre cuidó de algún vecino o sobrino, y con esto su maternidad ya estaba satisfecha. Tampoco descuidaba a padres y suegros.
No supo bien cómo sucedió pero un día se miraron mientras cenaban y no había nada, podían seguir la inercia de una relación pero en esa mesa, en la cocina, mientras recogía los platos y buscaba algo de postre, con un hilo de voz oyó a su marido decirle que había conocido a alguien que le hacía sentir bien, que no había sucedido aún nada porque siempre le fue fiel pero que le gustaría darse una oportunidad con ella.
En el fondo de su alma ella se sintió aliviada, no lo reconocería nunca, jamás lo diría pero fue como si se hubiera librado de una gran losa. Por otro lado se sintió asustada, esa sensación de vértigo era miedo, no tenía trabajo, esa casa era de los dos ¿dónde iría? Su marido seguía hablando y ella le dijo que no tuviera ningún tipo de reparo, que no lo sintiera, que habían sido muy felices y eso es lo que quedaba para su recuerdo. Hablaron como dos amigos que se despedían para siempre, pusieron en orden sus ideas y sus pocas posesiones. Fue todo tan normal que no había posibilidad de trauma posible.
Ella se quedaría a vivir allí e intentaría buscar un trabajo...y en eso estaba. Sólo se permitió un capricho, fue un regalo que le hicieron sus amigas y lo aceptó. Puso un tocador como de camerino en su dormitorio, era algo con lo que soñó de pequeña, y ahora estaba allí, mirándose en el reflejo del espejo con todas las luces encendidas. Mientras se extendía un serúm rejuvenecedor -o eso decían- se empezaba a arrepentir de la cita que tenía en a penas una hora. Cogió el móvil pensando en poner una excusa tonta y se encontró un mensaje de su mejor amiga "Ni se te ocurra no ir". Sonrió, ¡cómo la conocía! Siguió con el paso que venía a continuación, no podía ocultar que había visto hasta vídeos en YouTube para saber como eran las tendencias ahora, y no sólo eso, tampoco sabía cómo se hacía, ya no recordaba la última vez que se maquilló, creía que fue para la boda de un sobrino, pero fue su sobrina la que hizo los honores. Todo era una novedad, hasta el vestido dormía encima de su cama.
Finalmente terminó de arreglarse. Se vistió con manos temblorosas y se miró al espejo. "Una cita...¡ay Maru! ¡A tu edad!", se dijo mirándose al espejo de cuerpo entero, pero después de ponerse sus zapatos de tacón se sintió algo más segura. Aun miró el teléfono con tentaciones de dejarlo todo, pero lo metió en el bolso y no le dio más vueltas. Iría. Ya era una vida nueva.